Pero esto no supondría problema alguno si este tinglado de
bromas y chascarrillos varios se sustentara en un verdadero
guión, porque el que han escrito Miguel Ángel Fernández y
Joaquín Górriz es prácticamente inexistente. Con una línea
argumental que roza la tomadura de pelo (y que encima deja
cabos sueltos), era muy difícil hacer un buen filme, algo que
no estaba entre los objetivos del director. Parece que sólo se
ha tratado de fabricar un producto que asegure una aceptable
rentabilidad en las taquillas gracias al tirón de Segura y
Fernández. Y si el segundo está mejor (y más gracioso)
presentando cualquier programa de televisión, el primero
debería ir pensando en encauzar de una vez por todas el rumbo
de su carrera (o por lo menos dejar de hacer películas tan
malas como la que nos ocupa).
De todas formas, el trabajo
de los actores puede ser considerado como lo mejor de la
función (incluida Jaydy Mitchell, correcta en su papel de
estudiante universitaria).
Chema de la Peña (De Salamanca a ninguna parte) dice haberse inspirado en el mundo del cómic a la hora de concebir el estilo visual y el ritmo narrativo que iba a tener su tercer largometraje. Lo cierto es que la mezcla de animación, efectos infográficos y juegos con la velocidad de la imagen no trasciende la condición de indigesto batiburrillo. Vamos, que el resultado está muy lejos de lo que se considera que debe ser una película en toda regla. Puede resultar una opinión ingenua, pero hacer una clase de cine que ni siquiera es capaz de entretener al espectador durante hora y media sin que este se sienta estafado resulta una absoluta pérdida de tiempo.
Sólo cabe preguntarse si el dinero y el esfuerzo que ha conllevado la realización de ISI/DISI no podría haber sido invertido en hacer obras comerciales que a la vez contaran algo mínimamente interesante. Y es que desaprovechar actores y medios en cosas como esta resulta una auténtica irresponsabilidad en una industria tan escuálida (y carente de autocrítica) como la del cine español.