Vehículo para el lucimiento de la supuesta comicidad de Santiago Segura y Florentino Fernández que es una de las más firmes apuestas del cine español para este verano.

ISI & DISI. Amor a lo bestia es uno de los últimos ejemplos de un tipo de comedia que basa su pretendida efectividad en conseguir a cualquier precio la complicidad de un público que disfruta con la simple acumulación de gracias más o menos escatológicas. Algo así como la adaptación patria de los modelos ofrecidos por algunos de los éxitos recientes de la comedia norteamericana, desde la serie American pie (cuya primera entrega no dejaba de tener su punto) hasta las gamberradas de los hermanos Farelly. Buscando el más difícil todavía, el equipo de la película se ha esforzado en ofrecer un espectáculo lleno de humor grueso en el que se mezclan las situaciones más vulgares con los más diversos fluidos corporales (lógica derivación de uno de los gags más emblemáticos de Algo pasa con Mary).

Pero esto no supondría problema alguno si este tinglado de bromas y chascarrillos varios se sustentara en un verdadero guión, porque el que han escrito Miguel Ángel Fernández y Joaquín Górriz es prácticamente inexistente. Con una línea argumental que roza la tomadura de pelo (y que encima deja cabos sueltos), era muy difícil hacer un buen filme, algo que no estaba entre los objetivos del director. Parece que sólo se ha tratado de fabricar un producto que asegure una aceptable rentabilidad en las taquillas gracias al tirón de Segura y Fernández. Y si el segundo está mejor (y más gracioso) presentando cualquier programa de televisión, el primero debería ir pensando en encauzar de una vez por todas el rumbo de su carrera (o por lo menos dejar de hacer películas tan malas como la que nos ocupa).
De todas formas, el trabajo de los actores puede ser considerado como lo mejor de la función (incluida Jaydy Mitchell, correcta en su papel de estudiante universitaria).

Chema de la Peña (De Salamanca a ninguna parte) dice haberse inspirado en el mundo del cómic a la hora de concebir el estilo visual y el ritmo narrativo que iba a tener su tercer largometraje. Lo cierto es que la mezcla de animación, efectos infográficos y juegos con la velocidad de la imagen no trasciende la condición de indigesto batiburrillo. Vamos, que el resultado está muy lejos de lo que se considera que debe ser una película en toda regla. Puede resultar una opinión ingenua, pero hacer una clase de cine que ni siquiera es capaz de entretener al espectador durante hora y media sin que este se sienta estafado resulta una absoluta pérdida de tiempo.

Sólo cabe preguntarse si el dinero y el esfuerzo que ha conllevado la realización de ISI/DISI no podría haber sido invertido en hacer obras comerciales que a la vez contaran algo mínimamente interesante. Y es que desaprovechar actores y medios en cosas como esta resulta una auténtica irresponsabilidad en una industria tan escuálida (y carente de autocrítica) como la del cine español.

Texto Gonzalo Izquierdo