Brian Johnson y Angus Young, junto
a una reproducción gigante de éste, anoche en el Palau Sant
Jordi.
Foto:FERRAN NADEU
Con las entradas agotadas, el Sant Jordi se puso intransitable, acogiendo
a unos 18.000 seguidores del rock duro para declarar su adhesión
a la banda australiana cuatro años después de su último
paso por la ciudad. Y AC/DC, que procedía de sus tres triunfales
noches en Madrid, diseñó un show a la medida de las exigencias
de su público mayoritario.
El quinteto, que actuó precedido de un breve set del grupo sueco
Backyard Babies, no se anduvo por las ramas y desenfundó un furioso
You shook me all night long que remitió a los días de Back
in black. Ese disco, de 1981, fue el pilar del concierto (cinco canciones)
junto con la lejana cosecha de Bon Scott (11 de las 20 canciones de la
noche). El volumen de sonido se mantuvo muy alto, y únicamente algunos
solos dilatados de Angus Young y ciertos momentos muertos entre algunas
canciones rebajaron la intensidad del show.
'REVIVAL' TOTAL. El carácter retro del concierto quedó
acentuado más si cabe a causa de dos inesperados cambios de repertorio
respecto a la mayor parte de la gira: Sin city (del disco Powerage ) y
Get it hot (de Highway to hell ) suplieron a las recientes Safe in New
York City y Melt down, con lo que AC/DC consiguió un curioso récord:
interpretar sólo una canción del disco que teóricamente
presentaba. El corte elegido fue el que da título al trabajo, Stiff
upper lip.
Una estatua gigantesca de Angus Young, incontestable señor de
los metales, ocupó el escenario recordando quién es el líder
del grupo. Brian Johnson castigó sus cuerdas vocales con Shot down
in flames, Thunderstruck y Hell ain't a bad place to be y sus saludos a
la ciudad no fueron más allá de un breve "es estupendo estar
aquí". En Bad boy boogie, un corte de 1977, Young ofreció
el prescriptivo striptease que culminó con la exhibición
de sus calzoncillos: al igual que ocurrió en Madrid, éstos
mostraban una bandera española, lo cual provocó sonoros silbidos.
En Hells bells, el libro de estilo de AC/DC ordenaba la irrupción
de una campana gigante, y así fue. The jack ralentizó el
ritmo y Dirty deeds done dirt cheap marcó el inicio de una recta
final alimentada de grandes éxitos, mientras una pasarela que penetraba
en la zona ocupada por el público acercaba a Johnson y a Angus hasta
los fans. A partir del minuto 80, éste sustituyó su aspecto
de colegial aplicado por el de sudoroso obrero rockero. Tiempo de épica
metálica: Highway to hell, Whole lotta Rosie (con una Rosie gigante
hinchable) y Let there be rock culminaron el cuerpo central del concierto.
Ya incapaces de cambiar una coma del desarrollo previsto del show,
los australianos quemaron las naves con TNT y For those about to rock.
La última noche de AC/DC en Europa (su próximo compromiso
es un tour australiano) concluyó reafirmando la dependencia absoluta
de la banda respecto a su repertorio histórico.
EL APUNTE
ARMANDO De Castro
Guitarrista de Barón Rojo
No hay quien los pare
Descubrí a AC/DC al poco tiempo de fundar Barón Rojo.
En aquella época, la radio de rock en Madrid estaba mucho mejor.
Me sonaron familiares. Eran como una suma de tres de mis grupos favoritos:
Led Zeppelin, Free y Rolling Stones. Todos hemos tenido nuestros altibajos,
y discos como 'Flick of the switch' o 'Fly on the wall' apenas los escucho,
pero eran grandes compositores y con el tiempo han recuperado el talento.
Ahora ya no hay quien los pare.
Yo utilizo la misma guitarra que Angus Young, una Gibson SG, de la
que tengo cuatro modelos. Al final de nuestros conciertos tocamos versiones
suyas, aunque no tan bien como la Bon Scott Band. Y en cada disco grabamos
un tema de tributo a AC/DC. Ya hay uno para el próximo disco, aunque
tenemos dos letras y aún estamos discutiendo cuál usar. Por
eso no sé si se titulará 'Fronteras' o 'Fulanas'.